lunes, 13 de agosto de 2012

Picu la Torre de Cabezón de la Sal

El pasado sábado 4 de agosto se organizó un evento, La Noche de las Antorchas, al que fuimos invitados para ofrecer un concierto. Se trataba de hacer una fiesta que pusiera en valor la recreación del castru cántabru del Picu la Torre, el cuetu que señorea sobre Cabezón de la Sal. Este espacio municipal fue realizado por el historiador Ángel Ocejo, que también dirigió la construcción del poblau cántabru de Argüesu en los años 90. En el caso del centro de interpretación del Picu la Torre, se trata de poner al alcance de la mano de cualquier visitante de la villa de Cabezón unas instalaciones reproducidas a modo de poblado de la Edad de Hierro: viviendas, almacenes, cuadras y murallas defensivas. Todo ello realizado con materiales naturales, con técnicas de la época y con un realismo y fidelidad absoluto.

Estaba previsto que tocáramos sobre la muralla defensiva del castru, al lado del portón de entrada. Allí montamos los instrumentos y los técnicos de Sonicant fueron desplegando microfonía y luces. El lugar era magnífico, pero la amenaza de lluvia era cada vez más real. Cuando estábamos acabando la prueba de sonido, la morrina dejó paso a la lluvia insistente. Tuvimos que retirar todo el material y llevarlo a una de las chozas. El concejal de festejos, Fidel, que tan animado estaba durante la tarde, no podía ocultar su decepción por la climatología tan adversa. Justo en esos momentos comenzaban a llegar numerosos "peregrinos" que subían al Picu para disfrutar de la fiesta. Durante unos minutos, de secar instrumentos y material, estábamos desconcertados.

Se nos ocurrió que podíamos ofrecer un concierto dentro de una de las chozas, con una capacidad o aforo de una 25 personas, pero eso suponía, ya en ese momento de fuerte lluvia, que muchas personas se quedarían fuera de la cubierta, mojándose. No parecía haber una solución fácil. Suponía, además, dejar fuera de juego las otras actividades organizadas: la subida, a modo de peregrinos, de un conjunto de personas ataviadas como nuestros antepasados desde la plaza del ayto de Cabezón, portando antorchas y, también, la ejecución de la Danza de Ibiu, recreación del siglo XX de la muy antigua Danza de las Lanzas de Ruiloba. Todos los colaboradores iban vestidos con ropa y pieles que recreaban las ropas de hace más de 2000 años. Había encendidas lumbres entre los árboles del castru y habían preparado varias escenas costumbristas, todo ello quedaba deslucido por la intensa lluvia.

A alguien se le ocurrió que podíamos bajar al Centro de Interpretación situado en la base del Picu la Torre y, allí, realizar el concierto sin equipo, pero pudiendo acoger en ese amplio espacio a todos los asistentes. Nos pareció buena idea y gracias a la ayuda de los visitantes, bajamos todo con mucha rapidez. Montamos instrumentos y preparamos un pequeño espacio para instalarnos y... comenzamos.

La gente nos rodeaba, literalmente. Teníamos gente frente a nosotros, y tras la cristalera de nuestra espalda, había gente agolpada para vernos. La sala estaba llena, repleta y el calor era casi sofocante. Estábamos muy, muy a gusto. Tocamos algo más de media hora e hicimos una pausa para que el grupo de Danzas Virgen del Campo de Cabezón realizara la Danza de Ibiu en el exterior del centro. Estaban perfectamente ataviados con pieles y con antorchas. La noche seguía húmeda pero no lo bastante como para impedir la danza, que no requiere de aparataje eléctrico.

De regreso a la sala acabamos nuestro concierto con un público totalmente entregado, muy cerca de nosotros, sentados en el suelo y muy próximos, felizmente próximos. Hicimos un par de bises y nos mezclamos entre la gente, comentando la situación y lo afortunada de la solución encontrada para salvar el recital. Fue una noche extraordinaria y un concierto inolvidable.

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