martes, 11 de junio de 2013

En la Virgen del Mar


El oficio de músico, al igual que otros oficios que operan a la intemperie, suele mirar a menudo al cielo, escudriñando las nubes, los claros... en definitiva, tratando de saber cómo se presenta el tiempo durante el espacio que dura un concierto, más montajes, pruebas y recogida de material. Dependemos mucho de la climatología. Ésta, determina si asiste público o no, si se mojará o no el equipo, o si vamos a pasar un calor infernal tostándonos a pleno sol.

El domingo 26 de junio tocábamos en La Virgen del Mar, en San Román de la Llanilla. San Román es un pueblo, pueblo, pero perternece al ayuntamiento de Santander, es decir, está muy cerca de la urbe. San Román, Monte y Cueto son los pueblos que se encuentran al norte de la capital cántabra, en plena costa.

La romería de la Virgen del Mar se celebra el lunes y domingo después de Pentecostés en la isla del mismo nombre, donde se ubica una ermita en solitario que alberga la imagen de la patrona de Santander. El lugar es muy guapo. En la campa que rodea a esa pequeña construcción religiosa se montó el escenario, una cachapera de sidra, un bar de campaña y el asador de sardinas que repartió raciones a la gente asistente.

El concierto estaba anunciado para las 16:30 h. por lo tanto, llegamos a montar a las 15 h. Cuando llegamos, prevenidos de la posible afluencia de numeroso público, nos encontramos con un viento enfurecido (recordemos que estamos en primera línea de costa) y la gente recogiéndose y desmontando los puestos de venta ambulante tan típicos de las romerías. Las banderas estaban estiradas, cuasi perfectas. Los mástiles se doblaban por el empuje de una corriente de aire incesante. Pintaba mal.

Atravesamos la pasarela que une el "continente" con la isla y nos dirigimos al escenario. En la pared oeste de la ermita había un numeroso grupo de gente asubiada del viento, al socaire. Comenzaron a caer unas gotas de lluvia que llegaron hasta el centro del escenario. Pintaba muy mal.

Aún con todo, hicimos la prueba y esperamos un cambio radical del tiempo. Vana espera. A la hora en punto, iniciamos nuestro concierto con apenas 10 personas frente a nosotros. Intercalamos bailes y vimos como se acercaban algunos valientes a participar de las danzas. Gotas de lluvia esporádica y un aire incómodo. Tocamos durante una hora, lo establecido para la ocasión. Pocas veces bajamos del escenario con tanta celeridad, pero la lluvia nos mojaba incluso dentro del escenario.  Agridulzor.

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