sábado, 9 de julio de 2011

En el VI festival "Cantabria Infinita"

Hace muchos años se emitió una serie norteamericana cuyo título era "Hombre rico, hombre pobre", en ella se narraba la vida y las visicitudes de dos hermanos marcados por distinta suerte, uno era rico y poderoso y el otro era pobre de solemnidad. Estas cosas de los extremos tienen su aquel y su tirón, enganchando -eso dicen- a mucha gente viendo cómo mientras un hermano se partía las costillas boxeando -vamos, dándose de tortas- para salir adelante en un mundo que le cerraba las puertas, el otro, el hermano afortunado, era un político de éxito, arrollador con las mujeres y de impoluto traje de buen hilo. Esta introducción quizás sirva más adelante para comprender el texto.


Este fin de semana se celebró el VI Festival "Cantabria Infinita", un festival bien organizado y con el patrocinio casi exclusivo de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria. El cartel, parece que la crisis aquí no ha llegado, estaba formado por figuras del folk nacional e internacional.


La campa del festival es una atalaya sobre el Sablón o Sable de Merón en San Vicente de la Barquera, un balcón excepcional que con buen tiempo permite tener una panorámica preciosa de la villa marinera, de su larguísima playa, de las marismas, de los montes aledaños y, al fondo, de los Picos de Europa. Todo ello si hace buen tiempo. La previsión meteorológica era pesimista y anunciaba lluvias tanto para el viernes como para el sábado... y se cumplió. Llovió y llovió. De vez en cuando, una pequeña pausa, momentanea, pero enseguida volvía el agua... esto es Cantabria. En las fincas anexas: aparcamientos, zona de acampada, servicios, Protección Civil, dos escenarios, uno gigante para los grupos estrella -los de fuera- y otro chiquitín, apartado, casi escondido, para los locales -los de casa- y dos equipos de sonido con sus técnicos, sus luces y sus watios de potencia. Todo bien ordenado.


El festival Cantabria Infinita parece ser que quiere ser un escaparate de Cantabria hacia el exterior, dando una imagen de potencia económica -la presencia sucesiva de grandes formaciones y sus managers lo atestigua-, buscando un atractivo cultural que complemente lo meramente turístico y, si a mano viene, mostrar de soslayo algo de nuestra cultura. La sensación entre organizadores y público folki era de estar ante un festival que pende de un hilo -es un producto del anterior consejero, López Marcano- y que de continuar, necesita una redefinición. Se sabe que el nuevo gobierno tiene tijeras.


El gran escenario, gigante, daba su espalda a la mar, exponiéndose al viento y al agua sin protección. Unos grandes cortinajes impedian algo la entrada del agua al tablado, grandioso y flanqueado por dos grandes pantallas de TV. Sobre todo ello, un cartel inmenso con el nombre del festival. El escenario de los grupos cántabros estaba situado en un rincón de la campa, entre unos árboles -que sirvieron de refugio improvisado- y unos bardales que hacían las veces de límite de finca. No daba una imagen tan sugestiva, ni elegante, ni atractiva, pero al ser mucho más pequeño y al estar bien cubierto -es el templete del Ayto de S. Vicente- permitió tener un espacio estanco y seco. Allí, a las 7 de la tarde del sábado 9 de julio -como hacía malo, la gente no estaba en la playa y había algo de público- nos lanzamos a tocar frente a un público empapándose que se animó y que nos animó. Fueron apenas 35 minutos para mantener el horario establecido de los conciertos posteriores. Tocamos e hicimos algún baile bajo la lluvia... agridulce. Lo dicho, ayer, más que nunca, vimos "Hombre rico, hombre pobre".

2 comentarios:

  1. Hay que decir que el publico estaba entregue e interesante. Que nosotros nos empapamos de su alegria y ganas de estar con nosotros, en alma, compartiendo musica. Y que la lluvia, que tanto molestó a los "primos ricos del extrangero", a nosotros nos trajo sin cuidado, visto que estabamos escondiditos, casi como en el utero materno.
    A veces, lo que en un momento parece injusto, es el otro lado de la moneda - aquel día especialmente: los instrumentos, espaldas, cables y micros de los "pobres" estaban bastante más protegidos que los de los "afortunados". Y nosotros, los de casa, fuimos grandes, y pudimos enseñar (aunque hemos quedado con ganas de tener más tiempo y consideración) lo bonito y bien que se hacen las cosas de aqui.
    A mi me gustó. Quedé con la boca llena de orgullo de tocar con vosotros, de salir de las adversidades - como la ida de la luz, el poco tiempo y la consecuente necesidad de cambio de repertório sobre la marcha ...- con garbo, garra y ganas de disfrutar.
    Beso a todos, Fernanda.

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